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Este proyecto nació en el Liceo 11 de Villa Urquiza, por iniciativa de un grupo de profesoras que sueñan con un mundo más justo para todxs, con menos violencia y más respeto. La educación sexual es una herramienta de liberación y descolonización de los cuerpos, hoy dominados por mandatos que oprimen y provocan sufrimiento. Como la vida es cambio constante, algunas personas se quedan, otras se van, entonces este proyecto toma vuelo propio, se expande, se multiplica, e invita a todxs lxs que quieran sumarse a esta aventura de desandar caminos y armar otros nuevos, mejores...

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El debate del aborto

Susana Díaz murió una semana atrás en el Hospital Zonal de Añatuya, Santiago del Estero. La mató un aborto inseguro. Era muy pobre. Tenía apenas 16 años. Vivía en un paraje cercano a Los Juríes, departamento Taboada. Falleció en la guardia, de acuerdo con la información que dio el director del centro de salud a las autoridades de la Dirección de Maternidad e Infancia provincial. Llegó en estado desesperante, terminal. Un médico policial la examinó y determinó que presentaba “signos evidentes de haberse practicado un aborto clandestino, lo que le habría provocado una septicemia generalizada”, según publicó el diario El Liberal. Susana Díaz, trascendió, habría dejado huérfana a una niña de dos años.

El Código Penal no disuade de llevar adelante la práctica a las mujeres que deciden abortar. Cada año alrededor de medio millón de mujeres, muchas de ellas jóvenes y adolescentes, católicas y no católicas, de todos los sectores sociales, recurren a una interrupción voluntaria de embarazo como última salida ante una gestación no deseada. Pero las que ponen en riesgo su cuerpo y su vida son las chicas de hogares más desfavorecidos, como Susana. Las mujeres que pueden pagar una intervención segura o cuentan con la información adecuada para no caer en una práctica insegura también abortan en la clandestinidad. Pero para ellas, la penalización que hoy rige en la Argentina tiene otra carga: es temor, es estigma, es también la amenaza de ser denunciadas e ir presas, pero no la posibilidad de la muerte, de dejar a sus hijos –muchas tienen hijos– sin madre.

La maternidad no puede ser impuesta, no puede ser un castigo. Debe ser elegida. Una ley que despenalice y legalice el aborto no obligará a ninguna mujer que no quiera interrumpir voluntariamente un embarazo a hacerlo.
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Algo habrán hecho



500.000 mujeres por año pasamos a la clandestinidad cuando decidimos abortar. Y pasar a la clandestinidad nos hace cuerpos subversivos que deben ser invisibilizados: 80.000 mujeres por año internadas por abortos inseguros. En los últimos 27 años, más de 3000 muertas, y nuestro reclamo político enterrado: 46 proyectos de legalización del aborto, cajoneados.
“Yo estoy a favor de la vida”. “Yo estoy de acuerdo si la mujer fue violada”. “Que primero un psicólogo o un médico las trate de convencer de que lo tengan”. Porque según los cuentos infantiles y las novelas en los que nos gusta creer no hay aborto, la maternidad siempre es deseada y parir nos hace mujeres. Y según esos cuentos el cuerpo resignado a la maternidad obligatoria siempre es de otra: de la mucama, de la adolescente, de la puta, de la lesbiana, de la ama de casa, de la soltera cuarentona, de la hija del vecino, de la presa. Según este discurso público, nadie es forzada a la maternidad en primera persona, pero tampoco nadie aborta. Las mujeres que abortan no existimos. La clandestinidad nos hace desaparecer.

Pero según el Ministerio de Salud de la Nación, el aborto clandestino es una experiencia que en promedio cada mujer vive dos veces en su vida. Nunca más, es una advertencia. Es un llamado a abandonar la fantasía de que el aborto no existe y que el mundo es como en los cuentos. 1.000 millones de pesos es el precio de la extorsión para abortar sin enfermar, pero, aunque caro, ningún aborto clandestino sucede libre de miedo, violencia y un destino incierto. Quienes no pueden pagar viven tortura, humillación y muerte cuando necesitan recurrir al hospital, donde son hostigadas, violentadas y denunciadas por quienes están “a favor de la vida”, de la obediencia debida. Nunca más al terrorismo de Estado que nos condena a la clandestinidad, al disciplinamiento de la tortura y al silencio.

La línea “Aborto: más información, menos riesgos”, desde hace un año, nos ha permitido hablar en público de lo que pasa cuando las mujeres abortan masivamente de manera clandestina. 5000 personas ya llamaron para informarse sobre aborto seguro y nos contaron sus formas de rebelarse contra esta imposición. Con ello construimos lucha y memoria para desafiar la enfermedad, la denuncia y la tortura. Aborto inseguro Nunca Más.

Fuente: Lesbianas y feministas por la descriminalización del aborto

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